25 septiembre, 2013

¿Sueño o realidad?

     El papel me mira. Inmóvil, limpio, suave y blanco, como la flor de azahar que crece en ese árbol que me espía por la ventana de mi habitación mientras desnudo mis palabras con la leve ayuda de mi fiel y aliado bolígrafo de tinta (o de sangre) azul.
   
     Me mira, y yo lo miro, a la espera de que mi mano comience a rascar con delicadeza el fondo de mis pensamientos, en busca de una letra, una palabra, una frase, una canción, o cualquier cosa con sentido escondida entre los pliegues de la sedosa sábana que cubre mi menudo cuerpo semidesnudo. Pero la Oscuridad y la Tristeza me alcanzan, y van creando en mí a su paso un torbellino de emociones y sentimientos opuestos que  quedan encerrados en esa jaula con fachada de serenidad y armonía que caracteriza al silencio que reina en los momentos anteriores a la llegada de los estruendosos truenos y relámpagos de la tormenta.

     Y tengo miedo. Miedo de que la tormenta no pase de largo por mi habitación, olvidándose de que existo, y me deje rota y desquebrajada entre los escombros de mi Soledad y mi Tristeza. Miedo de que la bomba que encierra mis lágrimas de tinta estalle sobre el papel, dejando un rastro de versos y líneas sin sentido que, probablemente, tú no leerás. Miedo de que mis palabras dejen de surgir de mi alma empujadas por el mar bravío que tú navegabas con destreza sobre tu humilde barco de vela durante las noches de fuerte oleaje. Miedo de que por la mañana, cuando me despierte, tú no estés al pie de mi cama para regalarme tu más tierna sonrisa de "Buenos Días", prolongando mis sueños de la noche durante la mañana.

     Y me pregunto, ¿qué sentido tiene seguir escribiendo líneas inconexas si sé que no las leerás? Si sé que para ti todo se ha acabado, ¿tiene algún sentido que yo siga quebrándome la cabeza con palabras que me queman el alma, mientras tú pasas de largo, sin mirar siquiera de reojo el rastro de tinta (sangre) que voy dejando a mi paso?

     Probablemente no. Probablemente sea mejor dejarte ir, dejar que sigas tu camino, y comenzar a buscar el mío propio lejos, muy lejos, del largo sendero que, en tan poco tiempo, recorrimos juntos.

     O, tal vez, ese sendero lo recorrí sola, creyendo en imposibles y viviendo de ilusiones. Creyendo que caminabas a mi lado cuando solo eras la imagen de un sueño que creía se había hecho realidad.

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