¿Sabéis esos días en los que crees que por una simple frase una amistad de muchos años se va a desvanecer? ¿Esos días en los que crees que por una simple palabra o una frase imbécilmente malinterpretada todo va a dejar de ser como antes?
Hoy ha sido uno de esos días. Uno de esos días en los que crees que la angustia que te corroe las entrañas va a salirte por la boca en forma de sapos y culebras, de esas que dibujan en los cómics, y que van a arrollar todo lo que se les ponga por delante.
Afortunadamente nos quedan las palabras. Las palabras, esas grandes y poderosas aliadas que pueden hacerte perder una amistad por un malentendido en función de segundos, o por el contrario salvarla de caer en el precipicio donde se enterraron muchas otras. La pena es que muchas veces no sabemos usarlas correctamente, y las desechamos o escupimos según nuestros impulsos.
Con el deseo de aprender poco a poco a usar las palabras me voy a la cama en esta calurosa noche de verano. Con este deseo y con una sonrisa. Una sonrisa sincera que recuerda a mi subconsciente que una amistad fuerte tarda mucho en romperse, y que no lo hace por un simple malentendido. Recordándome a mi misma ese dicho de que “hablando se entiende la gente “.
Me voy a la cama con la certeza de que hoy he recuperado una amiga que había perdido por unos instantes, y con la esperanza de pasar junto a ella muchos de los momentos importantes de la vida que nos quedan por vivir. Y, por el momento, el resto del verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Te gusta lo que lees?
¡No seas tímid@ y déjame tu opinión en los comentarios!