A veces la vida es tan amable que nos brinda nuevas oportunidades.
Qué generosa.
Pueden ser muchas las formas que adopte, pero lo importante
es saber verlas y saber reconocerlas a tiempo. Que no es tarea tan fácil como
parece.
A veces un nuevo amanecer es suficiente. Con una sola vez
que volvamos a abrir los ojos por la mañana y que los rayos del sol vuelvan a
colarse por las rejillas de nuestra ventana, sólo con eso, ya es suficiente
para identificar la oportunidad que se nos da de vivir un nuevo día y de
aprovecharlo al máximo. Sin perder el tiempo en tonterías.
Otras veces estamos tan ciegos o tan metidos en la absurda
rutina de nuestras vidas, que solo somos capaces de ver las nuevas
oportunidades acompañadas de fracasos o tragedias. Por ejemplo, cuando sufrimos
un accidente, nos despiden del trabajo o una enfermedad aparece de repente en
nuestro camino o en el de alguno de nuestros seres queridos más cercanos.
Qué triste.
Un nuevo peinado, un cambio de ciudad, de casa, de trabajo…
Un nuevo amanecer…
Todo son nuevas oportunidades que la vida nos va dando.
Nuevos caminos que van apareciendo en nuestro viaje y nuevas puertas que se van
abriendo al caminar. Y una vez que aprendemos a verlas viene la parte más
importante: APROVECHARLAS.
Enfrentarnos a ellas, encararnos a ese camino, a esa nueva
puerta abierta, sin miedo. Sabiendo que cada oportunidad es una nueva
esperanza, un nuevo impulso para seguir avanzando. Para superarnos, para ser
mejores y hacer las cosas mejor. Juntos. Unidos.
Aprendiendo, avanzando, perdonando(nos), amando(nos).