Hoy la
inspiración me ha abandonado.
Cansada de esperar, como el que espera en la
estación el tren que nunca pasa.
Cansada de esperar, sentada a las puertas de
mi vida, a que le dedique un minuto de mi poco valioso tiempo. Cansada de esperar a que
mi mano se deje llevar por la senda de mis pensamientos tras sus pasos. Esos
pensamientos que inundaban la sangre de mis venas con palabras que recorrían
todo mi cuerpo en busca de una salida que nunca les dejaba encontrar.
Por eso
hoy se ha marchado.
Porque las palabras que un día recorrieron mis entrañas han
caído en el pozo del olvido.
Desesperadas.
Asustadas.
Solas en ese pozo
de oscuridad al que inconscientemente las he destinado, a la espera de que
algún día vuelva a hacerse la luz.
Esperando el día en que mi mano vuelva a
dejarse llevar para concederles la libertad que se merecen.
El día en que mi
mano vuelva a deslizarse sobre el papel nacarado para esbozar con trazo fino
aquello que sale de mis pensamientos, que inunda mi sangre y que recorre cada
vena y cada poro de mi piel.
Raspándome, quemándome, abrasándome.
En busca de
esa luz al final del túnel que dé alas a mis palabras, para que vuelen por el
aire, sin rumbo fijo.
A la espera de alguien que les devuelva el sentido.
Alguien que les dé la oportunidad de entrar en su interior, de inundar cada
poro de su piel, como lo hacen conmigo.
Alguien lo suficientemente loco como
para abrir la puerta a mis palabras sin sentido, y que se atreva a sentir la
tormenta que hay en mi interior.
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