22 marzo, 2019

Flores



Recuerdo la primera vez que olí las flores.
Era primavera. Mayo, tal vez.
Era un día soleado, y había salido al campo después de la comida.
Como arrastrados por la fuerza gravitatoria del horizonte, mis pies se pusieron a caminar entre la hierba por los caminos dibujados con esmero durante los extensos años de labranza.
No recuerdo en qué momento me vi envuelta por un mar de amapolas silvestres.
Todas rojas. Todas jóvenes. Todas orgullosas de poder alzar su cabeza en el silencio y bailar al ritmo de la suave brisa.
Todas dejándose llevar. Todas libres.
Entonces cerré los ojos, y el viento suave de las tardes de primavera llevó a mis mejillas el color de las amapolas, inundando mi sonrisa con su olor.
Y en ese momento sentí cómo era la primera vez que mi alma olía las flores, y saltaba de alegría en el silencio.
Joven. Orgullosa. Libre.

02 marzo, 2019

Luz


















Apareces,
y lo llenas todo de luz.

Abres mi ventana,
y la brisa fresca de la primavera
inunda hasta el más oscuro
rincón de mi habitación.

Y de mi alma.

Aún me pregunto
cómo puede ser
que sigas aquí, a mi lado,
protegiéndome y cuidándome.

Llamándome,
a pesar de que
los vaivenes de mi vida
a veces me confundan,
haciéndome creer que
lo mejor está detrás,
para que me dé la vuelta
y deje de mirarte.

Ten paciencia.

Prometo que lo haré
lo mejor que pueda.

Pero, mientras descubro
la manera de ordenar
el caos que se extiende
en mi mirada,
cógeme la mano.

No me sueltes.

Porque mientras vaya de tu mano,
la libertad no me dará miedo.

Y seré luz, como tú eres luz
para mi vida y para la de tantos
que caminan a tu lado.

Porque no hay mayor
descanso para mi corazón
que la alegría que me llena
al escucharte y al verte,
como cada día, aquí.

A mi lado.