05 julio, 2018

Una oportunidad

Me pides paciencia.
Y mi reloj de arena hace ya tiempo que dejó de funcionar, y la arena se hizo polvo, y el polvo, aire,
y la alergia de la primavera solo hace que el pobre reloj no sea capaz más que de estornudar segundos.

Me pides confianza.
Pero yo ya no sé qué más puedo darte, si desde que mis manos quedaron desnudas, la confianza es lo único que he podido ofrecerte, aún sabiendo que te lo daba todo y me quedaba desprotegida, rendida a tu voluntad sobre mi cuerpo, mi alma, mi vida.

En resumen, me pides amor.
Como si no te amase ya desde la primera vez que tu boca se encaró con mi pupila, y tu risa se convirtió en mi escalofrío, y mi alma pasó a ser tuya, dejando de ser mía.

Y entre todo lo posible, no se me ocurre más que pedirte una oportunidad.
Porque ya te amo, y confío en ti, y tengo la paciencia para esperarte siete vidas, si hace falta.
Pero me falta una oportunidad.

La oportunidad para que me dejes acercarme a tus barreras de defensa, donde aprenderé a amarte con paciencia, y a dejarme amar.

Porque si mi amor viene de ti, y tu amor sale de mí,
¿qué hacemos que no estamos corriendo hacia el futuro cogidos de la mano?

01 julio, 2018

Felicidad

El rayo de sol que se cuela por la ventana después de una noche de calor entre las sábanas y caricias bajo la luna.

El vuelo de un pájaro que sale de su árbol en busca de la rama que le espera, paciente, para construir su nido.

La niña que se mancha la boca con el chocolate de un helado mientras salta la rayuela en el parque del colegio.

Respirar el aire limpio del río sobre el puente de piedra que sostiene nuestros pasos.

La mariposa dejando atrás su vida de oruga, envuelta en la crisálida rota, y abriendo sus alas para demostrar al mundo que el cambio todavía es posible.

La risa de ese padre.

El orgullo de una madre.

Las lágrimas frente al espejo, reflejo del esfuerzo que como resultado deja un trabajo bien hecho.

La mirada de aquel que no teniendo nada, sabe que lo tiene todo caminando de su mano.

El olor de una noche de verano, tumbada en el césped, mirando las estrellas.

Ver nevar con la mejilla pegada al cristal de la ventana, sintiendo el calor de una taza de café en las manos.

Mirar la puesta de sol en el horizonte desde un acantilado cualquiera en una costa cualquiera.

Mi piel erizándose tras la descarga que provoca tu sonrisa en mi mirada.

La felicidad es verte aparecer tras la esquina un instante antes de decidir abandonar aquella plaza.