03 noviembre, 2015

Carreras que llevan a trenes perdidos

     Puede que haya oportunidades en la vida que sólo se presenten una vez. Trenes que, como fantasmas, pasan silenciosos por la estación en la que duermes, silbando suavemente entre sueños y quimeras.

     Y es al alejarse de la estación cuando abres los ojos, te das de cuenta que no era un sueño, que el tren en realidad ha pasado a pocos centímetros de ti, casi rozándote, y te maldices por no haber estado lo suficientemente despierto para saltar a ese tren, en marcha y sin pensarlo dos veces.

     En la oscuridad y el silencio de la estación vuelves hacia ti tu pensamiento, hacia ese tren, esa oportunidad perdida, mientras el humo de la locomotora se lleva consigo tus sueños, tus esperanzas, todo aquello que (crees) te faltaba en la vida para ser feliz, para sentirte vivo, comprendido y completo.

     Sin embargo, el viejo reloj de la estación te devuelve a la realidad. Es imposible parar el tiempo, y mucho más hacerlo retroceder. Tu oportunidad ha pasado, y no has sabido verla ni escucharla. Ahora sólo te queda una opción que elegir...

Correr.

     Correr como no has corrido nunca para llegar a la próxima estación, justo a tiempo para saltar a ese tren. TU tren. Porque tal vez no vuelva a pasar nunca por tu estación a buscarte, pero nada ni nadie te ata para que no puedas ser tú quien vaya en su busca.

Corre, aún estás a tiempo...

22 mayo, 2015

Me siento débil ante la incertidumbre.

¿Qué será aquello que reluce, 
lo que se esconde tras la esquina,
lo que deslumbra al que lo mira,
lo que nos crea un anhelo,
un deseo incansable de alcanzarlo?

¿Qué será lo que se nos promete?

Tal vez palabras falsas,
cenizas disfrazadas de pan de oro falso.
O tal vez sea un futuro de éxitos,
que calme nuestros anhelos y esperanzas.

Sea lo que sea, me siento débil.

Dejar atrás mi vida, mi familia, mis amigos, mis compañeros, al fin y al cabo, de sueños y senderos...

Y aquí estamos ahora, frente al precipicio, y nos preguntamos, ¿Qué hacemos? ¿Saltamos o no?
La orilla parece tan cómoda y confortable... y el fondo del mar tan lejano y oscuro...

Pero no lo sabemos.
Tal vez nuestro sueño se encuentre allí, en el fondo del mar, y la única manera de alcanzarlo sea aprendiendo a bucear, dejándonos llevar por las mareas...

Ya estamos aquí. Hemos llegado a nuestro punto de inflexión. Aquel que anhelábamos y temíamos, a la vez que trabajábamos día y noche para construir el puente que, una vez en la cima, nos ayudará a llegar al esperado valle.

Un valle de dudas. De sueños cumplidos y por cumplir. De miedos a lo desconocido y de esperanzas. Hemos llegado a la cima. Podemos incluso rozar la panza esponjosa de las nubes con los dedos...
Pero no podemos abandonar ahora, montar aquí nuestro campamento a la espera de que un avión perdido nos recoja, o a que nos haga volar un vendaval. No habría servido de nada nuestro esfuerzo.

Y yo os digo que sí. Que sí han valido la pena estos nueve meses de trabajo. Las tensiones, los nervios, las noches de insomnio... Todo ha valido la pena. Porque hoy estamos aquí, y porque hemos sido capaces de lograr lo que muchos ni siquiera intentaron. Por todo, podemos permitirnos el lujo de considerarnos un poquito superhéroes.

A base de esfuerzo y trabajo hemos alcanzado nuestro mayor objetivo, y no podemos abandonar ahora, dejando en la estacada a todos los que nos han ayudado a llegar (con más o menos fuerzas) al final de este intenso curso. Profesores, familiares y amigos que, a empujoncitos y con mucha paciencia, nos han ido ayudando a escalar la montaña y a hacer un poco más llevadera nuestra carga. Por ellos, y por nosotros, no podemos tirar la toalla.

Es ahora cuando tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos, para reforzar ese puente que nos llevará a los cambios, la nueva vida, la universidad, los sueños que tanto hemos deseado alcanzar... Y seguirá siendo nuestro esfuerzo y nuestra constancia la que nos llevará hasta ellos.

A todos los que habéis terminado una etapa (o estáis a punto de hacerlo): ¡MUCHA SUERTE!
Y a todos los que habéis formado parte de la mía, y de una u otra forma me habéis ayudado a llegar hasta aquí: ¡MUCHAS GRACIAS!

27 marzo, 2015

¿Buscar la luz o encenderla?

     Es difícil saber cómo actuar ante la frustración, tal vez porque no la enfrentamos y dejamos que ella se encargue simplemente de abarcar todas y cada una de nuestras esperanzas y todos y cada uno de nuestros sueños.
     No es fácil mantener la calma cuando te sientes frustrado. Cuando trabajas día y noche, incansable, para conseguir un objetivo, y luego ves que ese objetivo queda lejos de ser alcanzado, derramándose como el agua entre los dedos de las manos. 
     Una vez que el objetivo, frágil, se derrite, es difícil volver a encontrar las fuerzas suficientes para recoger el agua y volver a construir un cubito de hielo para poder sostenerlo.
     No es fácil levantarse, por supuesto, pero ¿hay algo fácil en la vida?
     Sí, puede que quedarse tirado en el suelo, observando en la distancia cómo los demás siguen con sus vidas, "tumbarse a la bartola" y estar toda la vida descansando, sin que te duelan los pies y las rodillas de caminar y caer. Puede que eso sí sea fácil.
     Pero no puedo atribuir méritos a alguien que no aprende a caminar cayendo o que rebaja su confianza en sí mismo hasta el punto de quedarse sentado por no creerse capaz de levantar el culo.
     No es fácil, amigo. Hemos caído muchas veces. Lo sabes, y lo sé (porque sé más de lo que imaginas), pero ¿no crees que somos demasiado jóvenes para decidir sentarnos ya? Con la de cosas que nos quedan por vivir... Y si esperas que venga alguien a levantarte... lo siento, pero no creo que ese "alguien" vaya a parecer de la noche a la mañana.
     Sólo nos queda una opción, compañero: suspiro y p'alante. Que la vida es demasiado corta (aunque nuestra juventud a veces nos lo oculte), y no nos queda otra que vivirla con optimismo si queremos avanzar.
     No puedo asegurarte que vaya a haber luz al final de este túnel, pero...

¿y si pulsamos el interruptor?