22 mayo, 2015

Me siento débil ante la incertidumbre.

¿Qué será aquello que reluce, 
lo que se esconde tras la esquina,
lo que deslumbra al que lo mira,
lo que nos crea un anhelo,
un deseo incansable de alcanzarlo?

¿Qué será lo que se nos promete?

Tal vez palabras falsas,
cenizas disfrazadas de pan de oro falso.
O tal vez sea un futuro de éxitos,
que calme nuestros anhelos y esperanzas.

Sea lo que sea, me siento débil.

Dejar atrás mi vida, mi familia, mis amigos, mis compañeros, al fin y al cabo, de sueños y senderos...

Y aquí estamos ahora, frente al precipicio, y nos preguntamos, ¿Qué hacemos? ¿Saltamos o no?
La orilla parece tan cómoda y confortable... y el fondo del mar tan lejano y oscuro...

Pero no lo sabemos.
Tal vez nuestro sueño se encuentre allí, en el fondo del mar, y la única manera de alcanzarlo sea aprendiendo a bucear, dejándonos llevar por las mareas...

Ya estamos aquí. Hemos llegado a nuestro punto de inflexión. Aquel que anhelábamos y temíamos, a la vez que trabajábamos día y noche para construir el puente que, una vez en la cima, nos ayudará a llegar al esperado valle.

Un valle de dudas. De sueños cumplidos y por cumplir. De miedos a lo desconocido y de esperanzas. Hemos llegado a la cima. Podemos incluso rozar la panza esponjosa de las nubes con los dedos...
Pero no podemos abandonar ahora, montar aquí nuestro campamento a la espera de que un avión perdido nos recoja, o a que nos haga volar un vendaval. No habría servido de nada nuestro esfuerzo.

Y yo os digo que sí. Que sí han valido la pena estos nueve meses de trabajo. Las tensiones, los nervios, las noches de insomnio... Todo ha valido la pena. Porque hoy estamos aquí, y porque hemos sido capaces de lograr lo que muchos ni siquiera intentaron. Por todo, podemos permitirnos el lujo de considerarnos un poquito superhéroes.

A base de esfuerzo y trabajo hemos alcanzado nuestro mayor objetivo, y no podemos abandonar ahora, dejando en la estacada a todos los que nos han ayudado a llegar (con más o menos fuerzas) al final de este intenso curso. Profesores, familiares y amigos que, a empujoncitos y con mucha paciencia, nos han ido ayudando a escalar la montaña y a hacer un poco más llevadera nuestra carga. Por ellos, y por nosotros, no podemos tirar la toalla.

Es ahora cuando tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos, para reforzar ese puente que nos llevará a los cambios, la nueva vida, la universidad, los sueños que tanto hemos deseado alcanzar... Y seguirá siendo nuestro esfuerzo y nuestra constancia la que nos llevará hasta ellos.

A todos los que habéis terminado una etapa (o estáis a punto de hacerlo): ¡MUCHA SUERTE!
Y a todos los que habéis formado parte de la mía, y de una u otra forma me habéis ayudado a llegar hasta aquí: ¡MUCHAS GRACIAS!