30 septiembre, 2013

La chica del fondo a la izquierda

     Pasan las horas, y la chica del fondo a la izquierda pasea descalza por la habitación, intentando buscar en su interior una razón para salir de ella, para decirle al mundo que hoy también se ha despertado, como muchos otros, pero no se siente con fuerzas para salir al frío de la noche, a la luz del día, ni al dulce aroma del viento otoñal mezclado con el suave perfume de las hojas secas que comienzan a llenar su jardín.

     Su reflejo en el espejo es lo único que se ha propuesto admirar en un día tan gris, tan frío, tan triste como las nubes que cubren de sombras del fondo de su corazón. Y ahí está ella. Con la mirada perdida, hundida, entre el reflejo de sus rizos color avellana cayendo mojados sobre sus débiles y frágiles hombros de niña.

     Una delicada y rebelde gota de agua decide abandonar el lugar que le corresponde en el sedoso cabello de la chica, y se desliza lentamente hacia el abismo de su espalda, dejando un cálido y delgado trazo a cada milímetro que recorre de su delicada piel, acariciando y dibujando lentamente la silueta que marca sus poco pronunciadas curvas femeninas, hasta perderse en el sendero de sus infinitas piernas de bailarina. Y un suspiro de melancolía escapa entre sus labios, mezclándose con los primeros acordes de aquella canción que impregna todo cuanto hay en su habitación y que refleja lo que un día pudo ser y, sin embargo, no fue.

     Y siguen pasando las horas, y las nubes comienzan a llamar a los cristales de la habitación, primero suavemente, y más fuerte después al no recibir respuesta. Pero Tristeza ha sido más rápida colándose por la rendija debajo de la puerta, y la chica del fondo a la izquierda ya no es capaz de sentir más que el mar que inunda la almohada bajo sus mejillas.

     Y ahí está ella, de nuevo. Tirada en la cama y destrozándose a sí misma sin poder controlar los latigazos de los recuerdos en su retina, esperando a que alguien se decida a invadir su habitación y a recoger los pedacitos esparcidos por el suelo, para reconstruirla después con la delicadeza y fortaleza de una sonrisa.

29 septiembre, 2013

Impotencia

     No quiero caer. Hoy no. Hace demasiado frío fuera como para dejarme arrastrar por la fuerte corriente de aire helado que me absorbe hacia abajo y me empuja contra el suelo. Contra ti.

     Me niego a dejarme vencer por la impotencia.

     ¿Pero qué puedo hacer? Si mientas yo lucho con todas mis fuerzas para no caer en la horrible telaraña tejida por mi pensamiento enredándose en el tuyo, tú viajas libre a años luz de mí. Y ¿qué puedo hacer?

     Siempre he creído en los espíritus libres, soñadores, que no responden ante nada ni ante nadie. Que vagan por el mundo en busca de su propia felicidad, mientras reparten alegrías y sonrisas a su alrededor. Intentando mejorar un poco el mundo, aunque tengan que sacrificar una parte de sí mismos.

     Por eso me niego a convertirme en esclava de mis pensamientos, que me devuelven a ti una y otra vez. Taladrándome la cabeza sin miramientos, cada vez más fuerte, cuanto más fuertes son mis intentos de liberarme de esas garras. Y mientras tú sigues siendo un espíritu libre, yo sucumbo a la impotencia de no poder escapar de ti. Al menos no esta noche.

25 septiembre, 2013

¿Sueño o realidad?

     El papel me mira. Inmóvil, limpio, suave y blanco, como la flor de azahar que crece en ese árbol que me espía por la ventana de mi habitación mientras desnudo mis palabras con la leve ayuda de mi fiel y aliado bolígrafo de tinta (o de sangre) azul.
   
     Me mira, y yo lo miro, a la espera de que mi mano comience a rascar con delicadeza el fondo de mis pensamientos, en busca de una letra, una palabra, una frase, una canción, o cualquier cosa con sentido escondida entre los pliegues de la sedosa sábana que cubre mi menudo cuerpo semidesnudo. Pero la Oscuridad y la Tristeza me alcanzan, y van creando en mí a su paso un torbellino de emociones y sentimientos opuestos que  quedan encerrados en esa jaula con fachada de serenidad y armonía que caracteriza al silencio que reina en los momentos anteriores a la llegada de los estruendosos truenos y relámpagos de la tormenta.

     Y tengo miedo. Miedo de que la tormenta no pase de largo por mi habitación, olvidándose de que existo, y me deje rota y desquebrajada entre los escombros de mi Soledad y mi Tristeza. Miedo de que la bomba que encierra mis lágrimas de tinta estalle sobre el papel, dejando un rastro de versos y líneas sin sentido que, probablemente, tú no leerás. Miedo de que mis palabras dejen de surgir de mi alma empujadas por el mar bravío que tú navegabas con destreza sobre tu humilde barco de vela durante las noches de fuerte oleaje. Miedo de que por la mañana, cuando me despierte, tú no estés al pie de mi cama para regalarme tu más tierna sonrisa de "Buenos Días", prolongando mis sueños de la noche durante la mañana.

     Y me pregunto, ¿qué sentido tiene seguir escribiendo líneas inconexas si sé que no las leerás? Si sé que para ti todo se ha acabado, ¿tiene algún sentido que yo siga quebrándome la cabeza con palabras que me queman el alma, mientras tú pasas de largo, sin mirar siquiera de reojo el rastro de tinta (sangre) que voy dejando a mi paso?

     Probablemente no. Probablemente sea mejor dejarte ir, dejar que sigas tu camino, y comenzar a buscar el mío propio lejos, muy lejos, del largo sendero que, en tan poco tiempo, recorrimos juntos.

     O, tal vez, ese sendero lo recorrí sola, creyendo en imposibles y viviendo de ilusiones. Creyendo que caminabas a mi lado cuando solo eras la imagen de un sueño que creía se había hecho realidad.

19 septiembre, 2013

¿Un momento de tranquilidad?

¿Es posible que esté estresada el primer día de instituto?

Te levantas temprano, muy temprano (al menos tres horas antes de la hora a la que acostumbrabas a abrir los ojos durante tus últimos tres meses de vida). La música escapa casi robada del aparato que se encargará, de ahora en adelante, de darte los buenos días día tras día, intentando colarse entre las telarañas de tus tranquilos sueños nocturnos. Ya no será el olor a café recién hecho ni el canto de los pájaros ni la tenue luz del sol por las mañanas entre las rendijas de las persianas, ahora será el aparato con alarma el que se encargue, obligado, de hacer que tu día empiece "bien", a una hora terriblemente determinada.

Con todo, empiezas tu Rutina. Te espera un largo día, aunque parece que el sol que brilla en lo alto de ese mar invertido sobre tu cabeza te acompañará, al menos, al principio del día. Y los engranajes de tu cuerpo y del mundo comienzan a encajar, despertando poco a poco a tu paso, mientras te encaminas a la que se convertirá en tu segunda casa los próximos nueve meses. Todo parece seguir como lo dejaste, pero no. Nuevos horarios, nuevos compañeros, nuevos profesores, nuevas clases... y tú con una sola máscara para todos. Al menos las horas pasan deprisa y los timbres entre clase y clase se van sucediendo casi sin darte cuenta. ¿Y si no es tan malo como esperabas?

Suena el timbre final, con esa estela de actividad acelerada, libertad y otras muchas emociones que va dejando a su paso. Todos corren para salir de allí, una muy pesada parte del día acaba de terminar con ese triste trueno ensordecedor, y tú no vas a ser menos. Apresuras tus torpes pasos por la calle, quieres llegar a tu casa. Has pasado ya demasiado tiempo con la sonrisa pintada, y no estaría bien que la gente se empezase a acostumbrar ella, y sería peor si la borrases. ¿Por qué no hay un eterno verano? Supongo que será porque las estaciones del año, como las etapas de la vida, están obligadas a sucederse, y aún así nos empeñamos a acelerarlas o a pasarlas por alto, en lugar de disfrutarlas y vivirlas exprimiendo al máximo el jugo de cada día.

En casa esperas encontrar la máxima tranquilidad del mundo, pero nada más lejos de la realidad. La Rutina ha llegado para todos, y no eres la única a la que le ha tocado cargar sobre sus espaldas con el peso de su cuerpo, sus horarios, etc.etc... Lo que en tus pensamientos iba a ser una tarde de encuentro con tus letras, tu música y tu "relax", se convierte de repente en una "tarde de compras". Y es que, claro, Rutina es caprichosa, y nunca puede venir sola. Para ser bien recibida tienes que prepararle un arsenal de materiales y productos que, cuando se canse de ellos, no utilizará, sin pensar en la consecuente pérdida económica que se suma a tu lista de "Vuelta al Cole". Un barullo de gente se agolpa en calles y tiendas, corriendo arriba y abajo, y haciendo colas que parecen interminables, con el objetivo de contentar cuanto antes a Rutina. Parece que a nadie le cae bien y todos quieren que les devuelva la tranquilidad robada cuanto antes, pero después de un torbellino no siempre hay calma. Toca limpiar y arreglar los desperfectos. Pero bueno, a todo se termina el cuerpo acostumbrando...

Son casi las diez de la noche. Se podría decir que el día ha acabado, que sólo te queda meterte dentro de esa camiseta enorme que te sirve de pijama y refugiarte en el interior de esa fortaleza que te cubre protegiéndote del mundo (y de tus miedos) con unas suaves sábanas de algodón con ositos dibujados, ¿verdad? Pues no. Debes seguir con tus obligaciones. El día no ha acabado. Te calzas tus deportivas y sales a la calle, con la obligación de volver a enfundarte tu máscara-de-salir-a-la-calle. Esa con una sonrisa pintada y cara de "Qué feliz soy y qué vida más buena tengo". ¿Por qué? Porque a nadie le importa si estás feliz o si estás alegre; si ríes o si lloras; si tienes problemas en casa o si te ha tocado el Euromillón y eres la más feliz del mundo (bueno, si te tocase el Euromillón, posiblemente, sí le importarías a la gente y en medio minuto te verías rodeada de gente con cara de "Eres mi mejor amigo", pero no es el caso). Cada uno tiene su parte de Rutinas y Problemas en su caparazón, y a ti, sencillamente, no te apetece que vayan hurgando en tus intimidades.

Y es ahora, en la intimidad, la oscuridad y el silencio que cubren las paredes moradas de tu habitación, cuando (por fin) puedes encontrar la serenidad que andabas buscando a lo largo del día. Es ahora cuando tus dedos, impacientes por disponer de un rato de libertad, se deslizan lentamente sobre el teclado de tu ordenador. ¿Y por qué teclear cuando puedes disfrutar del suave desliz de la tinta azul sobre el papel blanco? Porque tus bolígrafos también han sufrido durante el día, mientras les obligabas a trazar letras y palabras que no querían representar, ya que no salían de ti, sino que eran palabras impuestas, escupidas sin ganas sobre hojas de papel extrañas a ojos de tus bolis. A ellos también les ha llegado la Rutina, y prefieres dejarlos descansar, para que reposen la tristeza antes de comenzar otro nuevo día de esclavitud en tus manos.

Al fin puedes decir que tu día ha terminado, y con tu música de fondo te aproximas a la cama y te dispones a dejarte llevar a ese universo paralelo donde todos tus problemas son borrados con estropajo por Morfeo, que se encarga de que tus sueños sean plácidos y tranquilos, al menos, durante las horas de oscuridad. Y duermes, con tus sueños y esperanzas de que los días vayan mejorando sucesivamente, hasta que "El Aparato" te vuelva a dar los buenos días con alguna vieja canción de los años 60...

16 septiembre, 2013

It's a beatiful day

     Es tarde. El cansancio acumulado durante el día y el torrente de emociones que han ido recorriendo mi sistema nervioso el fin de semana están empezando a pasarme factura, especialmente en los párpados, que noto cómo poco a poco se van deslizando hacia abajo, incitándome a meterme en la cama y a acabar con el día de hoy de una vez por todas. Pero no puedo hacerlo. Saco fuerzas de donde no hay para mantenerme despierta. Hoy es un día especial (porque ha pasado la medianoche y, cariño, por mucho que te pese, ya es HOY), y como todo día especial tiene que tener su ración reglamentaria de papel y tinta. Como todo día especial, tiene que ocupar unas cuantas páginas de este cuaderno que, cuando se acabe, será más parte de mí que cualquiera de los órganos vitales que componen mi cuerpo. Por eso, aunque es tarde y el sueño y el cansancio acechan a la puerta de mi habitación para apoderarse de mi cuerpo, intentaré llenar las páginas que te corresponden con las mejores palabras que mi sencillo bolígrafo de tinta azul sea capaz de expresar.
     Empiezo. No sé muy bien cómo empezar, porque, después de tanto tiempo, es difícil elegir las palabras justas para comenzar, y en especial sabiendo que lo vivido hasta el día de hoy es sólo el principio de toda una vida. Y ahí va el primer consejo: No olvides nunca el pasado, los buenos momentos vividos anteriormente te ayudarán a ser feliz en el presente y a sentirte orgullosa de ti misma y de las gente que te ha rodeado en esos momentos. Y respecto a los malos, bueno, de los malos momentos también te tienes que acordar, porque te ayudarán a saber que eres fuerte y capaz de levantarte y aprender de tus errores. Todos los cometemos, ya que nadie somos perfectos, así que nunca te arrepientas de algo que has hecho en el pasado, porque si lo hiciste así fue porque te pareció lo mejor en ese momento. Y si al final resultó que te equivocaste pues, mira, piensa en todo el tiempo que te queda para arreglarlo y busca la mejor solución a todo.
     Me siento un poco rara diciéndote todo esto, pero, ¿sabes qué?, eres mi amiga, mi compañera de vida, de alegrías y tristezas, de sueños, de juergas, de lágrimas y de sonrisas. Eres casi como mi hermana, mi caja de confidencias y secretos, porque, después de 13 años de vida paralela, me siento con el derecho de llamarte amiga, compañera, hermana, o lo que a mi me apetezca. Y perdona mi ego, pero pensar que llevo 13 años al lado de una de las personas más maravillosas del mundo y, posiblemente, una de las más importantes de mi vida, pues que me hace sentirme orgullosa de estar a tu lado, y me da el derecho (otorgado por mí) de llamarte como a mí me dé la gana.
     Y ya no puedo más. Una lágrima furtiva decide precipitarse desde mi lacrimal y deslizarse por mi mejilla, dibujando una fina línea de emoción que recorre mi cara de arriba a abajo. Por mis auriculares comienzan a sonar los primeros acordes de "Can't smile without you", de Barry Manilow, y me pongo a pensar. ¿Cuántas veces hemos sido capaces de reír y de llorar juntas? Muchas, muchísimas. Porque no quiero pensar qué hubiese sido de mí en tantos y tantos momentos de mi vida si tú no hubieses estado a mi lado para ayudarme a levantarme cuando caía, y para sacarme una sonrisa siempre que la necesitaba. Porque, que sepas, tú eres la única que ha conseguido sacarme de quicio mientras no partíamos de risa.
     Y es que es tan inmensa la cantidad de momentos importantes, buenos y malos, de tu vida y de la mía, en los que hemos estado juntas, la una junto a la otra que, sencillamente, me cuesta pensar algún día, en un futuro (espero) muy lejano, en el que cada una siga su camino. Es inevitable que eso ocurra, pero son tantos los bache que hemos conseguido sortear, y tantos los problemas que hemos superado JUNTAS que... ¿no vamos a poder nosotras, NOSOTRAS, tan tercas como somos las dos, superar la distancia que nos separe? Por supuesto que sí.
     Y como anillo al dedo me viene "Siempre estás ahí", de Auryn. ¿Te acuerdas? Ya te la dediqué en su día, y ahora aparece en el momento justo en mi lista de reproducción para recordarme que quien ha estado ahí siempre, a mi lado, apoyándome y soportándome, enseñándome a crecer y creciendo a la par mía, ESA, amiga mía, esa has sido TÚ. Igual que espero haber estado a tu lado siempre que lo hayas necesitado, y si en alguno te he faltado, espero que puedas perdonarme, porque, posiblemente, no lo hice intencionadamente.
     Y podría llenar las veinte o treinta hojas que le quedan de vida a mi cuaderno con palabras hacia ti. Con agradecimientos, consejos y recuerdos que en estos momentos se agolpan en mi cabeza pidiendo libertar. Pero creo que ya te he dado bastante la brasa, y, posiblemente, si escribiese tanto te cansarías de leer y no terminarías.
     Y ahora sí, ha llegado el momento de desearte un MUY FELIZ 16 CUMPLEAÑOS. Espero seguir creciendo y cumpliendo años a tu lado, hermana. Y perdona si suena muy rapero, pero me da igual. Te quiero como si fuese mi hermana, y, como ya te he dicho que hoy todo me da igual, pues te llamo como yo quiera. Perdona también que haya tenido que soltarte todo este rollo por aquí, pero no han inventado la red social que me deje comentar tal cantidad de palabras; si te llamase y te lo dijese por teléfono (aparte de costarme un pastón) te dormirías; si te lo dijese en persona, no encontraría las palabras; y si te lo hubiese escrito en una carta (de esas que ya casi no existen, por desgracia) hubiera sido ridículo que te llegase dentro de tres o cuatro días. Así que te gusta leerlo por aquí, bien, y si no, pues es lo que hay.
     Y para terminar, un último consejo: DISFRUTA DE TU DÍA, porque es TUYO, tuyo y de nadie más, así que sal a la calle, sonríe, y disfruta todo lo que puedas de tus 16 añazos (o añitos, según lo veas). Mañana ya tendrás 16 años y un día, y las oportunidades que hayas rechazado hoy, es fácil que no se te vuelvan a presentar nunca más. Créeme.

     Amiga, compañera, hermana... It's a beautiful day, so... ENJOY YOURSELF

15 septiembre, 2013

El Faro

     El agua del mar rozaba la punta de sus dedos a cada paso que daba sobre la suave arena color marfil de aquella playa. Unas olas que vienen, y otras que se van, llevaban un aire de renovación a aquella solitaria isla.
     A su vez, el viento acariciaba sus mejillas sonrosadas y mecía sus cabellos oscuros al ritmo de las olas, silbando en sus oídos como si del canto de una sirena se tratase. Todo esto le proporcionaba un estado de paz y serenidad que la sumía en el profundo silencio de sus pensamientos, más profundo aún que el silencio de la isla.
     No necesitaba pensar. Cada mañana salía a caminar por la playa, sintiendo la pegajosa brisa del mar sobre su piel y el agua cristalina bajo sus pies. Necesitaba saber quién era, de dónde venía y, sobre todo, a dónde quería llegar. Ese era el motivo por el que había escapado a esa solitaria isla, ya que sólo podría encontrarse a sí misma disfrutando del silencio de su soledad.
     A lo lejos se divisaba el faro, recortándose sobre el horizonte. Alzándose altivo sobre el mar, a la espera de algún barco que se atreviese a encallar en su puerto. Durante años había desarrollado su función de guardián de la isla sobre aquel acantilado, y ahora, abandonado, se encargaba de atesorar todos y cada uno de los secretos que la isla le había revelado. Todos y cada uno de los secretos que las personas que lo habían visitado, habitado o mirado habían ocultado entre las rendijas de su fuerte estructura.
     Cada día ella lo observaba, en la lejanía, intentando descubrir el motivo que tenía para seguir allí, de pie. Intentando descubrir por qué, después de tantos años de soledad, aún no se había deslizado hacia el mar en busca de libertad. Por qué no había abandonado la isla. Tal vez fuese porque sentía la necesidad de seguir llevando a cabo la tarea que le había sido encomendada. Aunque inútil, iluminar la isla era lo único que sabía hacer, lo único para lo que había sido contraído. O tal vez disfrutase con el roce y el silbido del viento entre sus hierros, porque, aunque no lo parezca, un faro puede llegar a tener más sentimientos que mechas personas. Posiblemente sólo estuviese allí por la necesidad de mantenerse fiel a la isla, como el perro que es fiel a su amo, ya que era todo lo que le quedaba.
     Aquel faro, como ella, solitario era lo único que le hacía compañía, y por ello pasaba horas sentada en la playa, observando su silueta entre las nubes.  Admirándolo, sin atreverse a acercarse a él. Preguntándose todo acerca de su pasado, su presente y su futuro, sin atreverse a escalar hasta lo más alto de su cuerpo ni a recorrer los recovecos de su interior. Deseosa de descubrir todas las respuestas a sus preguntas, pero sin fuerzas para acercarse y sentir su presencia junto a ella y su textura rugosa bajo las sedosas yemas de sus dedos. Tenía miedo de que, al acercarse, su compañero decidiese marcharse, o, peor aún, derrumbarse a sus pies.
     Pero aquel día era distinto. Había despertado con la convicción de que el faro la había llamado en sueños, dirigiéndose a ella a través del viento e invitándola a entrar en su interior. Le había prometido desvelarle sus secretos y ayudarla a calmar las tempestades que iban poco a poco arrasando su alma y su espíritu. Aquel día el faro la miraba, con el viento que la empujaba a subir al acantilado como aliado. Aquel viento que susurraba en sus oídos y la envolvía en un estado de embriaguez, haciendo que sus pies se deslizasen sobre la arena como si flotase en una nube. Ese viento le impedía, al poco tiempo de respirarlo, sentir otra cosa que no fuese el frescor del aire. No podía ver ni escuchar otra cosa que no fuese aquel faro llamándola. Todo a su alrededor, la playa, los árboles, todo había desaparecido. Sólo ella y el Faro, y el estrecho sendero que, ayudada por el viento, fue lentamente recorriendo. Sus pies no le respondían. Estaba asustada, quería correr en dirección contraria y refugiarse en su humilde cabaña, pero por alguna razón no era dueña de su cuerpo, y sus intentos por ir en contra del viento terminaron agotando sus fuerzas, haciendo que se abandonase a los caprichos del que había sido su compañero desde que llegase sola a la isla.
     Cerró los ojos y siguió caminando, el viento la guiaba hacia lo alto del acantilado. Sus pies descalzos se iban cubriendo de heridas y arañazos conforme iba avanzando por el sendero de piedras y plantas espinosas, secas por la sequía del verano, pero no podía sentir el más mínimo atisbo de dolor. Su cuerpo ahora pertenecía al Faro, y sólo sentía lo que Él le permitiese sentir.
     Entonces abrió los ojos y se topó con la enorme puerta de roble del majestuoso faro. La luz había disminuido, debía de estar a punto de anochecer. Miró hacia arriba y observó la inmensidad de aquella estructura, con su haz de luz, casi imperceptible a la luz del día, girando incansablemente, y recortándose sobre el cielo azul. Miró hacia abajo y vio sus pies ensangrentados por la subida, pero no le importaba. De alguna forma había vencido sus miedos y había llegado hasta allí, hasta “la respuesta a todas sus preguntas”, y no estaba dispuesta a dar media vuelta y marcharse por donde había venido. La robusta puerta estaba entreabierta, como si hubiera estado esperando su llegada.
     Al fin se decidió a posar su mano sobre la madera para empujar, y cuando lo hizo un torrente de emociones, miedos y dudas la inundaron. Y de repente, entre las mil mariposas que revoloteaban en su estómago, distinguió una sensación extraña que nunca antes en la isla había experimentado. En su interior sentía como si en aquel faro hubiese “alguien” esperándola, observándola a través de la rendija de aquella puerta. Sabía que era imposible que hubiese alguien más allí. En las casi dos semanas que llevaba en la isla no había visto a nadie, y mucho menos en los alrededores del faro.

     Dudó durante unos segundos, que pasaron a convertirse en los más eternos de su vida, entre darse la vuelta y alejarse de aquel faro para siempre o entrar a explorar y descubrir lo que fuese que la estaba esperando tras la puerta. De lo que sí estaba convencida era del hecho de que si la atravesaba ya nada iba a ser como antes. Pero consiguió vencer sus miedos y temores, y, armándose de valor, empujó la puerta que dibujaba la línea separatoria entre lo que había sido su vida anterior y lo que sería su vida tras entrar en aquel faro…    

13 septiembre, 2013

"Siempre hay esperanza"

     Te levantas temprano, como cada día desde que la rutina y los "fabulosos" horarios de estudiante te lo exigen. Casi no ves por dónde pisas, aún tienes los ojos pegados y el calor de las sábanas te incita a volver sobre tus pasos. A refugiarte del frío de la mañana que poco a poco se va convirtiendo en un habitual en tu vida, al que te resistes a acostumbrarte. A duras penas te desplazas hasta el baño, el refugio de tantos y tantos llantos. No sabes si estás preparada para mirarte en el espejo, pero sacas fuerzas de la punta de tus uñas, y ahí estás. No te reconoces. Después de una noche en la que el insomnio y las pesadillas se apoderaron de la serenidad de tu habitación, parece que un tren haya pasado por encima de ti en la escasa media hora de sueño ininterrumpido que has tenido. Estás horrible, y aún así debes hacer frente a un nuevo y largo día, que, para colmo, es uno de esos a los que la gente llama "de mala suerte". No paras de repetirte que tienes que cumplir con tus obligaciones, pero las nubes negras que cubren el cielo no parecen dispuestas a ayudarte a ello. Te vistes y arreglas como buenamente puedes. No te apetece pasar media hora eligiendo tu vestuario y te pones lo primero que encuentras. Estás cansada. Cansada de aparentar lo que no eres, de andar por el mundo como si Problemas se hubiese olvidado de que existes, de saludar con una sonrisa a quien después sabes que te clavará puñales por la espalda. Por eso hoy te lanzas al mundo sin máscaras. No quieres aparentar que estás bien. No estás bien, y sabes que lo único que podría curar tu mal es un abrazo.
     Pero tu espíritu se resiste a perder la guerra, y da una tregua a Esperanza. Quieres pensar que hay alguna posibilidad, aunque pequeña, de que el día mejore, por lo que te aferras a ella con uñas y dientes conforme van pasando las horas.
     Y de repente le ves. No sabes si te ha visto, pero es la única oportunidad que te queda de sonreír en este día, y te acercas despacio. Sí, te ha visto, y te sonríe. Sí, a ti. Y ahí llega el sol. Las nubes desaparecen y el calor del sol ahuyenta tus problemas. Te olvidas de tus rizos peinados al viento y de tu mala cara al despertar. Sólo eres capaz de sonreír. Por fin. Dos besos, y el roce cálido de su piel con tu piel, de sus labios con tus mejillas. Un "Te veo diferente", y por respuesta un "Soy Yo". Y sonríes. La batalla acabó, y has ganado la guerra. El sol vuelve a brillar en tu vida. De no ser por Esperanza...

     Pero, ¿de verdad todo lo que necesitas es Amor?

     Por el momento es suficiente...

11 septiembre, 2013

(Casi) Cruce de Caminos

     Ella caminaba sola. Paso corto. Vista larga, perdida, y su mirada tropezando con las piedras bajo la suela de sus zapatillas de deporte. La ciudad pasaba por su lado, tan lejana y tan amiga, esperando un gesto suyo para acogerla. Con las puertas de sus murallas abiertas para recibir a la princesa, entre cláxones estruendosos y un aire cargado de humo y contaminación. Y ella tan ajena, tan cansada de andar levantando la cabeza y sonriendo. Mirando, sin ver, a esa ciudad tan desconocida para ella como su propia vida. Impasible e insensible ante cualquier estímulo exterior. Sólo Green Day, escapando de sus auriculares y taladrando sus oídos, era capaz de hacerse un hueco en su pequeño mundo. Un mundo de sueños cumplidos y por cumplir que, hacía tan solo unas horas, se había desvanecido, dejándola sola y rota en aquel parque gris y solitario. Aquel parque que ahora suponía el principio de su camino hacia ninguna parte. Aquel parque del que ahora era una simple hoja caída entre tantas. Una hoja que veía cómo el hermoso gorrión que un día acarició sus fibras con sus plumas se alejaba de aquel parque para no volver. Una hoja que sólo podía sentir el peso de aquella lágrima deslizándose sobre su mejilla, como la gota de rocío que llenaba las mañanas del mes de mayo...

                                                                                                                                        

     Él caminaba solo. Paso largo, enérgico. Vista corta, y su mirada fija en la reluciente pantalla de su nuevo Smartphone, mientras termina de teclear la última letra de un mensaje. Ya no recordaba de dónde venía ni a dónde se dirigía. Caminaba por caminar, sin rumbo fijo, sintiendo la ciudad bajo sus pies. Lo hacía a cualquier hora del día, siempre que le apetecía (siempre), y cada vez por calles diferentes, deseoso de ir poco a poco descubriendo los secretos y misterios que se escondían tras cada esquina, tras cada puerta, y bajo cada piedra de la todavía sin asfaltar zona antigua de la ciudad. Era su preferida, y le gustaba inventar mil y una historias sobre aquellas calles y las gentes que un día las habitasen y paseasen por ellas como él hacía ahora. Historias que se perdían en el viento, pero que él sabía que algún día unos oídos como los suyos las escucharían al pasear por esas calles. De vez en cuando cerraba los ojos, sintiendo cómo el viento acariciaba sus sonrosadas mejillas de niño pequeño, antes de enredarse en sus rizos color caramelo. Escuchando al mismo tiempo las historias susurradas por el viento con el lejano eco de la ciudad viva en movimiento. Y después abría los ojos, y lo veía todo más claro, y saludaba con una sonrisa a cada persona con la que se cruzaba, inventando historias sobre quiénes eran, de dónde venían y hacia dónde se dirigían...

     Y entonces apareció. El paso de peatones. Muñequito en rojo. El mundo se detiene. Él por la derecha. Ella por la izquierda. Él la vio. Ella examinaba las perfectas rayas pintadas sobre el asfalto. Muñequito en verde. De nuevo el mundo en marcha. Él la miraba. Ella levantó la cabeza. Sus miradas se encontraron durante un breve instante, y una estrella cruzó el firmamento de la joven noche otoñal. Ella siguió caminando y agachó la cabeza. Él se giró y la siguió con la mirada, inventándole una historia en dos segundos. Y después, cada uno continuó su camino hacia ninguna parte...

09 septiembre, 2013

"Aléjate de mí..."


     -  Aléjate de mí. Es lo mejor para ti...
     -  ¿Cómo puedes saber qué es lo mejor para mí? ¡Déjame que sea yo la que decida!...
Lo siento... Sé que no soy lo bastante buena para ti. Sé que mereces algo mucho mejor que yo, y sé que hay millones de chicas que me superan en muchos aspectos, y que tú las mereces a todas. Dime que te vas porque no he sabido darte todo lo que esperabas. Que te has dado cuenta de que no soy lo que buscabas. Dime que necesitas libertad para encontrar a la chica de tus sueños, que es mil veces mejor que yo. Dime que has perdido el tiempo a mi lado. Que todos estos meses no han significado nada para ti. Dime que me has utilizado para olvidarte de una antigua novia, o, qué se yo, que sólo querías vengarte de aquel molesto compañero de clase. Dime que alejarme de tu lado es lo mejor para TI. Que sólo sabiéndome lejos podrás, por fin, ser feliz. Dime todo eso, o más cosas, lo que sea que se te venga a la cabeza, y me iré. Y no derramaré ni una sola lágrima. Sólo me iré y no volverás a saber de mí, salvo que entres por la fuerza en mi casa o nos crucemos fortuitamente en el supermercado. Pero no te atrevas a decidir qué es lo mejor para mí, porque esa tarea sólo me incumbe a mí, y tú no eres nadie para arrebatármela. Podrás quitarme la dignidad, el respeto y cualquiera de las cualidades que, en su justa medida, me han sido dadas, pero no te atrevas a quitarme el derecho a decidir por mí misma...

05 septiembre, 2013

Tal vez...

     Tal vez sea demasiado exigente. Tal vez tenga miedo a que alguien me coja entre sus manos y que, cuando se canse de mi o se dé cuenta de que no soy lo que buscaba, decida arrojarme contra el suelo, rompiéndome en pedazos. Esparciendo todos mis sueños, esperanzas, alegrías y tristezas descompuestos. Como aquel vaso que resbala por el borde de la mesa y se estrella contra el parqué, haciendo volar por los aires cada uno de los mil cristalitos que hace dos segundos formaban una sola cosa.
   
     Tal vez deba hacer como el vaso. Lanzarme al vacío y romperme en mil pedazos, para así ocupar mayor espacio y ver más mundo, desde distintos ángulos y con diferentes perspectivas.
   
     O tal vez, solo tal vez, no haya llegado mi momento de saltar a los brazos de nadie. Tal vez deba seguir esperando a que aparezca alguien que se atreva a cogerme de la mano suavemente para ayudarme a bajar. Alguien capaz de recoger mis pedacitos delicadamente si, por error o por casualidad, resbalo y caigo al suelo. Alguien que me reconstruya lentamente, dedicándose en cuerpo y alma a la tarea.
   
     Tal vez sea demasiado ilusa al pensar que ese alguien aparecerá de pronto, de la nada, como si mereciese que esa persona se quedase a mi lado. Tal vez tenga demasiados pájaros en la cabeza. Tal vez...

Pero, ¿qué más se le puede pedir a un alma perdida?

¿Qué será de mi?

     La brisa nocturna acariciando mis mejillas sonrosadas bajo la tenue luz de la solitaria luna. Silbando en mis oídos, susurrándome palabras atrapadas en el viento, que se derraman sobre el papel por la fina punta de mi sencillo boli. Palabras susurradas que se esfuerzan por dejar constancia de mi breve paso por la Tierra. Lágrimas de tinta bajo un cielo estrellado.

Mas... ¿qué será de mi?

Pobre espíritu atrapado en este mundo, en el que no encuentra la puerta de entrada, ni la de salida. Espectro solitario que vaga por las calles en busca de sueños por cumplir y palabras escritas en el viento que den algo de sentido a su triste existencia.

Pero... ¿qué será de mi?

Cuando la brisa ya no alcance a acariciar mis mejillas...
Cuando la luna se canse de estar sola y su brillo me abandone en el silencio de la noche...
Cuando el viento quede mudo a las puertas de mis tímpanos...
Cuando el papel ya no quiera acoger la tinta que brote de la punta de mis dedos en forma de palabras torpemente dibujadas...
Cuando ya nadie encuentre el sentido a mis palabras...

¿qué será de mi?


02 septiembre, 2013

Despierta

     Escucha. ¿Oyes eso? Es tu vida, que te está esperando a la puerta de tu habitación mientras tú remoloneas entre las sábanas, intentando arañar unos segundos más de paz y sosiego.
     Despierta. Abre los ojos. La luz entra por la ventana y te daña los ojos, que aún se resisten a abrirse, después de una larga noche oscura, de insomnio y lágrimas derramadas cálidamente sobre la almohada.
     Deshazte de las sábanas que te escudan y te protegen durante la noche. Es de día, ya no las necesitas. No hay nada a tu alrededor de lo que tengas que esconderte o huir. Sólo tú, en tu habitación, tu fortaleza.
     Sal de la cama. Posa tus pies lentamente sobre el suelo. Está helado, pero no vuelvas atrás, déjalos que respiren y que se paseen a sus anchas por la habitación. Sin pantuflas. Sólo siente el suelo bajo tus pies. Suave y firme bajo tus pies.
     Dirígete a la ventana. Ábrela y observa la ciudad a tus pies. Mañanera, perezosa. Poco a poco va despertando para empezar el día y llenar sus calles de actividad y misterios que se enredan a cada esquina, deseosos de ser descubiertos, de ser puestos a los ojos del mundo. Corre un aire fresco y algunas nubes se dibujan en el horizonte. Esponjosas guardianas del secreto que encierra el final del verano.
     Cierra los ojos. No sientas. No pienses. Sólo respira, y llena tus pulmones de ese aire frío y cortante que clava agujas y te pincha al abrirse paso hasta el fondo de tu alma. Pero no importa. Sigue respirando. Lentamente. Te estás renovando, cambiando el aire podrido y contaminado de la noche por otro limpio y nuevo que te hará rejuvenecer, y volver a tu más tierna infancia.
     Abre los ojos. Ahora la ciudad te mira. Está más despierta, más activa, más feliz. Te está esperando, pendiente de ti, para que recorras sus calles y desveles sus misterios. La ciudad se pone a tus pies. Es tuya. Tu ciudad.
     Ahora dirígete al baño. Sintiendo cada paso bajo tus pies. No corras, no tienes prisa. El mundo te espera tras la puerta, pero tienes toda tu vida para ir en su busca.
     Abre el grifo. Deja el agua correr unos segundos, y después empápate las manos, la cara, los brazos. Deja que el agua termine de borrar todas la huellas que la noche ha marcado en tu rostro. Frótate bien. Unas pocas gotas no sirven.
     Levanta la cabeza. Obsérvate en el espejo. Eres tú, sí. No busques más. Estás ahí, frente a frente. Sólo tú, contigo. Recorre cada rasgo de tu cara, cada arruga, cada poro. No dejes ningún milímetro por fotografiar en tu mente. Ahora vuelve a mirarte y gústate.
     Por último sonríe. Ahora sabes quién eres y cómo eres. Y te gusta. Te sientes segura de ti misma. Puedes con todo. Sigue sonriendo. El mundo te espera sólo a ti. Hoy es para ti.
     Ahora estás preparada para empezar un nuevo día... TU día.

01 septiembre, 2013

Se ha marchado...

Hoy la inspiración me ha abandonado. 

Cansada de esperar, como el que espera en la estación el tren que nunca pasa. 
Cansada de esperar, sentada a las puertas de mi vida, a que le dedique un minuto de mi poco valioso tiempo. Cansada de esperar a que mi mano se deje llevar por la senda de mis pensamientos tras sus pasos. Esos pensamientos que inundaban la sangre de mis venas con palabras que recorrían todo mi cuerpo en busca de una salida que nunca les dejaba encontrar. 

Por eso hoy se ha marchado. 
Porque las palabras que un día recorrieron mis entrañas han caído en el pozo del olvido. 
Desesperadas. 
Asustadas.  
Solas en ese pozo de oscuridad al que inconscientemente las he destinado, a la espera de que algún día vuelva a hacerse la luz. 
Esperando el día en que mi mano vuelva a dejarse llevar para concederles la libertad que se merecen. 
El día en que mi mano vuelva a deslizarse sobre el papel nacarado para esbozar con trazo fino aquello que sale de mis pensamientos, que inunda mi sangre y que recorre cada vena y cada poro de mi piel. 

Raspándome, quemándome, abrasándome. 

En busca de esa luz al final del túnel que dé alas a mis palabras, para que vuelen por el aire, sin rumbo fijo. 
A la espera de alguien que les devuelva el sentido. 
Alguien que les dé la oportunidad de entrar en su interior, de inundar cada poro de su piel, como lo hacen conmigo. 
Alguien lo suficientemente loco como para abrir la puerta a mis palabras sin sentido, y que se atreva a sentir la tormenta que hay en mi interior.

Amor de madre

     Porque sólo una madre sabe dar esos abrazos eternos que bien pueden durar un minuto o una hora por igual. Esos abrazos que hacen que se pare el mundo, porque cuando una madre abraza a un hijo, nada importa. Da igual si ríes o si lloras, porque tu madre te está abrazando. Esos abrazos que pueden curar desde el más simple constipado hasta la enfermedad más grave. Pero lo que más curan esos abrazos es el corazón y el alma del hijo que se siente querido por su madre. Porque sólo tu madre puede hacerte feliz con un fuerte abrazo.
     Porque sólo una madre es capaz de decir a su hijo cuánto le quiere mientras le pone en ridículo. Sólo tu madre sabe decirte que eres el mejor hijo del mundo y que no te cambiaría por nada, al mismo tiempo que cuenta tus historias más íntimas al vecino, al primo o al primero que se encuentra en la tienda del barrio comprando tomates. Y aún así no te puedes enfadar con ella (aunque te saque de quicio), porque está demostrando a todos que le importas más que su vida, porque es tu madre, y porque estás feliz de quererla tanto y de tenerla a tu lado.
     Porque sólo una madre es capaz de perdonar una y un millón de veces a un hijo. Aunque hieras sus sentimientos repetidamente, y aunque cometas el mismo error una vez tras otra, tu madre siempre estará ahí para darte un abrazo eterno mientras te dice lo mucho que te quiere con alguna historia de tu infancia que te hace enrojecer. Para decirte que todos somos humanos, que todos cometemos errores. Y para hacerte ver que hay que tropezar varias veces con la piedra hasta encontrar un camino alternativo. Tu madre siempre estará ahí para llorar contigo, reír contigo y hacer cualquier cosa con el pretexto de hacerla contigo y que permanezcas a su lado.
     Yo cometí un error hace unos días. Hasta hoy han sido los peores días de mi vida. Los peores porque me sentía a años luz de mi madre. No soportaba verla tan cerca y tan lejos a la vez. Pero hoy me he dado cuenta de que no puedo vivir sin ella. La necesito más que a mi vida y ahora me alegro de haber cometido aquel error, porque me ha ayudado a comprender que mi madre estará siempre a mi lado. Ayudándome, aconsejandome, riñendome, riendo y llorando conmigo. Me siento afortunada por tener a mi madre conmigo, y porque, después de perderla, siento que la he recuperado…

Eres una niña...

     A veces necesitas que te lo diga un desconocido para darte cuenta de que todo, en especial el tiempo, pasa demasiado rápido.
     De repente te encuentras pensando en tus últimos años de vida. Los repasas mentalmente uno a uno, sin olvidar cada momento, cada detalle que, aunque pequeño, ha marcado tu vida para siempre. Ves cómo vas creciendo. Cómo va cambiando tu aspecto físico e intelectual. Lenta y rápidamente. Porque no hay nada más rápido que el paso del tiempo. Y casi sin darte cuenta, llegas al presente. Al día que un día fue lejano, y que hoy está a punto de quedar en el olvido. Anclado en el pasado. Y te das cuenta de que te queda toda la vida por delante. Te ves joven, inexperta en casi todos los sentidos de la vida, inocente, alegre, esperanzada, ilusionada, ¿enamorada de la vida? Puede ser. Lo que sabes a ciencia cierta es que ese desconocido que sin comerlo ni beberlo ha aparecido en tu vida (y que posiblemente no tarde mucho en marcharse de ella) tenía razón. Sigues siendo una niña. Una niña con la cabeza llena de pájaros y millones de sueños por cumplir en toda la vida que te queda por delante.
     Doy gracias a ese desconocido por devolverme a la realidad, de la que espero tardar mucho en salir. Porque no hay peor error en la vida que creerse una mujer cuando sólo eres una niña… 

"Hablando se entiende la gente"

     ¿Sabéis esos días en los que crees que por una simple frase una amistad de muchos años se va a desvanecer? ¿Esos días en los que crees que por una simple palabra o una frase imbécilmente malinterpretada todo va a dejar de ser como antes? 
     Hoy ha sido uno de esos días. Uno de esos días en los que crees que la angustia que te corroe las entrañas va a salirte por la boca en forma de sapos y culebras, de esas que dibujan en los cómics, y que van a arrollar todo lo que se les ponga por delante. 
     Afortunadamente nos quedan las palabras. Las palabras, esas grandes y poderosas aliadas que pueden hacerte perder una amistad por un malentendido en función de segundos, o por el contrario salvarla de caer en el precipicio donde se enterraron muchas otras. La pena es que muchas veces no sabemos usarlas correctamente, y las desechamos o escupimos según nuestros impulsos.
     Con el deseo de aprender poco a poco a usar las palabras me voy a la cama en esta calurosa noche de verano. Con este deseo y con una sonrisa. Una sonrisa sincera que recuerda a mi subconsciente que una amistad fuerte tarda mucho en romperse, y que no lo hace por un simple malentendido. Recordándome a mi misma ese dicho de que “hablando se entiende la gente “.
     Me voy a la cama con la certeza de que hoy he recuperado una amiga que había perdido por unos instantes, y con la esperanza de pasar junto a ella muchos de los momentos importantes de la vida que nos quedan por vivir. Y, por el momento, el resto del verano. 

Noches de verano

     Noche de tormenta. De verano. De aire puro, con ese olor a humedad y a renovación que impregna cada poro de tu piel y la atraviesa, para llegar limpio y fresco hasta lo más profundo de tu ser. Hasta el alma de cada individuo que lo respira.
     Noche que invita a soñar. A soñar con cambios. Con que la tormenta haga llegar un nuevo día lleno de deseos cumplidos. Una nueva aurora que te lleve a vivir cosas inesperadas, soñadas y añoradas. 
     Una noche sin estrellas que, sin embargo, te invita a transportarte a los lugares y planetas más remotos que se te puedan imaginar, y que puedan pasar por la mente joven y soñadora de todos los que buscan el cinturón de Orión y la majestuosidad de Andrómeda en las jóvenes y hermosas noches de verano.
     Esta noche me quedo con lo poco que me ha dado el día. Con el de que esta mágica y tormentosa noche estival derivará mañana en un nuevo día, con 24 nuevas horas que esperan mi llegada para hacerme ver, oír y sentir todo lo que el destino tenga preparado para mi. 24 horas más en las que tendré la oportunidad de hacer realidad (o intentarlo, al menos) todos esos sueños y quimeras que abordan mi cabeza en esta mágica noche de verano.

Personas de sociedad

     Es extraño ver a una amiga y no reconocerla. A veces llevas con una persona toda la vida, crees que la conoces mejor que a ti misma, y de repente…¡zas!, un día aparece con un comentario o una actitud inesperadas y es como si todo volviera a empezar de nuevo. Como si hubiera vuelto a nacer.
     Es curioso cómo cambiamos las personas en función de las compañías que frecuentamos, cómo nos vestimos, o, simplemente, en función de lo que otros piensen de nosotros. ¿Por qué será tan difícil ser nosotros mismos?
     En mi opinión, es la sociedad la que nos influye completamente en todos los aspectos de nuestra vida: “No comas esto que vas a engordar”; “Ponte esto y parecerás más alta”; “No te juntes con esas personas porque el resto te mirará mal”; etcétera, etcétera.
     Es triste, pero es la realidad. Así pues, por favor, las personas de este planeta que se muestren indiferentes ante las imposiciones sociales, y que sean ellas mismas siempre y en todo lugar…¡luchad! Luchad para que el mundo sea una sociedad de personas y no nos convirtamos en personas de sociedad.