13 septiembre, 2013

"Siempre hay esperanza"

     Te levantas temprano, como cada día desde que la rutina y los "fabulosos" horarios de estudiante te lo exigen. Casi no ves por dónde pisas, aún tienes los ojos pegados y el calor de las sábanas te incita a volver sobre tus pasos. A refugiarte del frío de la mañana que poco a poco se va convirtiendo en un habitual en tu vida, al que te resistes a acostumbrarte. A duras penas te desplazas hasta el baño, el refugio de tantos y tantos llantos. No sabes si estás preparada para mirarte en el espejo, pero sacas fuerzas de la punta de tus uñas, y ahí estás. No te reconoces. Después de una noche en la que el insomnio y las pesadillas se apoderaron de la serenidad de tu habitación, parece que un tren haya pasado por encima de ti en la escasa media hora de sueño ininterrumpido que has tenido. Estás horrible, y aún así debes hacer frente a un nuevo y largo día, que, para colmo, es uno de esos a los que la gente llama "de mala suerte". No paras de repetirte que tienes que cumplir con tus obligaciones, pero las nubes negras que cubren el cielo no parecen dispuestas a ayudarte a ello. Te vistes y arreglas como buenamente puedes. No te apetece pasar media hora eligiendo tu vestuario y te pones lo primero que encuentras. Estás cansada. Cansada de aparentar lo que no eres, de andar por el mundo como si Problemas se hubiese olvidado de que existes, de saludar con una sonrisa a quien después sabes que te clavará puñales por la espalda. Por eso hoy te lanzas al mundo sin máscaras. No quieres aparentar que estás bien. No estás bien, y sabes que lo único que podría curar tu mal es un abrazo.
     Pero tu espíritu se resiste a perder la guerra, y da una tregua a Esperanza. Quieres pensar que hay alguna posibilidad, aunque pequeña, de que el día mejore, por lo que te aferras a ella con uñas y dientes conforme van pasando las horas.
     Y de repente le ves. No sabes si te ha visto, pero es la única oportunidad que te queda de sonreír en este día, y te acercas despacio. Sí, te ha visto, y te sonríe. Sí, a ti. Y ahí llega el sol. Las nubes desaparecen y el calor del sol ahuyenta tus problemas. Te olvidas de tus rizos peinados al viento y de tu mala cara al despertar. Sólo eres capaz de sonreír. Por fin. Dos besos, y el roce cálido de su piel con tu piel, de sus labios con tus mejillas. Un "Te veo diferente", y por respuesta un "Soy Yo". Y sonríes. La batalla acabó, y has ganado la guerra. El sol vuelve a brillar en tu vida. De no ser por Esperanza...

     Pero, ¿de verdad todo lo que necesitas es Amor?

     Por el momento es suficiente...

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