19 septiembre, 2013

¿Un momento de tranquilidad?

¿Es posible que esté estresada el primer día de instituto?

Te levantas temprano, muy temprano (al menos tres horas antes de la hora a la que acostumbrabas a abrir los ojos durante tus últimos tres meses de vida). La música escapa casi robada del aparato que se encargará, de ahora en adelante, de darte los buenos días día tras día, intentando colarse entre las telarañas de tus tranquilos sueños nocturnos. Ya no será el olor a café recién hecho ni el canto de los pájaros ni la tenue luz del sol por las mañanas entre las rendijas de las persianas, ahora será el aparato con alarma el que se encargue, obligado, de hacer que tu día empiece "bien", a una hora terriblemente determinada.

Con todo, empiezas tu Rutina. Te espera un largo día, aunque parece que el sol que brilla en lo alto de ese mar invertido sobre tu cabeza te acompañará, al menos, al principio del día. Y los engranajes de tu cuerpo y del mundo comienzan a encajar, despertando poco a poco a tu paso, mientras te encaminas a la que se convertirá en tu segunda casa los próximos nueve meses. Todo parece seguir como lo dejaste, pero no. Nuevos horarios, nuevos compañeros, nuevos profesores, nuevas clases... y tú con una sola máscara para todos. Al menos las horas pasan deprisa y los timbres entre clase y clase se van sucediendo casi sin darte cuenta. ¿Y si no es tan malo como esperabas?

Suena el timbre final, con esa estela de actividad acelerada, libertad y otras muchas emociones que va dejando a su paso. Todos corren para salir de allí, una muy pesada parte del día acaba de terminar con ese triste trueno ensordecedor, y tú no vas a ser menos. Apresuras tus torpes pasos por la calle, quieres llegar a tu casa. Has pasado ya demasiado tiempo con la sonrisa pintada, y no estaría bien que la gente se empezase a acostumbrar ella, y sería peor si la borrases. ¿Por qué no hay un eterno verano? Supongo que será porque las estaciones del año, como las etapas de la vida, están obligadas a sucederse, y aún así nos empeñamos a acelerarlas o a pasarlas por alto, en lugar de disfrutarlas y vivirlas exprimiendo al máximo el jugo de cada día.

En casa esperas encontrar la máxima tranquilidad del mundo, pero nada más lejos de la realidad. La Rutina ha llegado para todos, y no eres la única a la que le ha tocado cargar sobre sus espaldas con el peso de su cuerpo, sus horarios, etc.etc... Lo que en tus pensamientos iba a ser una tarde de encuentro con tus letras, tu música y tu "relax", se convierte de repente en una "tarde de compras". Y es que, claro, Rutina es caprichosa, y nunca puede venir sola. Para ser bien recibida tienes que prepararle un arsenal de materiales y productos que, cuando se canse de ellos, no utilizará, sin pensar en la consecuente pérdida económica que se suma a tu lista de "Vuelta al Cole". Un barullo de gente se agolpa en calles y tiendas, corriendo arriba y abajo, y haciendo colas que parecen interminables, con el objetivo de contentar cuanto antes a Rutina. Parece que a nadie le cae bien y todos quieren que les devuelva la tranquilidad robada cuanto antes, pero después de un torbellino no siempre hay calma. Toca limpiar y arreglar los desperfectos. Pero bueno, a todo se termina el cuerpo acostumbrando...

Son casi las diez de la noche. Se podría decir que el día ha acabado, que sólo te queda meterte dentro de esa camiseta enorme que te sirve de pijama y refugiarte en el interior de esa fortaleza que te cubre protegiéndote del mundo (y de tus miedos) con unas suaves sábanas de algodón con ositos dibujados, ¿verdad? Pues no. Debes seguir con tus obligaciones. El día no ha acabado. Te calzas tus deportivas y sales a la calle, con la obligación de volver a enfundarte tu máscara-de-salir-a-la-calle. Esa con una sonrisa pintada y cara de "Qué feliz soy y qué vida más buena tengo". ¿Por qué? Porque a nadie le importa si estás feliz o si estás alegre; si ríes o si lloras; si tienes problemas en casa o si te ha tocado el Euromillón y eres la más feliz del mundo (bueno, si te tocase el Euromillón, posiblemente, sí le importarías a la gente y en medio minuto te verías rodeada de gente con cara de "Eres mi mejor amigo", pero no es el caso). Cada uno tiene su parte de Rutinas y Problemas en su caparazón, y a ti, sencillamente, no te apetece que vayan hurgando en tus intimidades.

Y es ahora, en la intimidad, la oscuridad y el silencio que cubren las paredes moradas de tu habitación, cuando (por fin) puedes encontrar la serenidad que andabas buscando a lo largo del día. Es ahora cuando tus dedos, impacientes por disponer de un rato de libertad, se deslizan lentamente sobre el teclado de tu ordenador. ¿Y por qué teclear cuando puedes disfrutar del suave desliz de la tinta azul sobre el papel blanco? Porque tus bolígrafos también han sufrido durante el día, mientras les obligabas a trazar letras y palabras que no querían representar, ya que no salían de ti, sino que eran palabras impuestas, escupidas sin ganas sobre hojas de papel extrañas a ojos de tus bolis. A ellos también les ha llegado la Rutina, y prefieres dejarlos descansar, para que reposen la tristeza antes de comenzar otro nuevo día de esclavitud en tus manos.

Al fin puedes decir que tu día ha terminado, y con tu música de fondo te aproximas a la cama y te dispones a dejarte llevar a ese universo paralelo donde todos tus problemas son borrados con estropajo por Morfeo, que se encarga de que tus sueños sean plácidos y tranquilos, al menos, durante las horas de oscuridad. Y duermes, con tus sueños y esperanzas de que los días vayan mejorando sucesivamente, hasta que "El Aparato" te vuelva a dar los buenos días con alguna vieja canción de los años 60...

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