Que cuando tienda mi mano desnuda,
no pretenda recogerla colmada.
Que cuando mire a mi hermano, entristecido,
no pretenda recibir miradas compasivas.
Que no espere elogios, cumplidos ni regalos,
pero que no pierda nunca el sentimiento de gratitud.
Enséñame a vivir a corazón abierto,
sin heridas, sin rencores.
Enséñame a hacerme pequeña,
y a mirar el mundo desde los ojos de un niño.
Enséñame a darme
desde la alegre y humilde gratuidad.
Ilusos los que creen que el amor no es gratuito
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