19 abril, 2018

"La Costa del Silencio"

"Ven, quiero oír tu voz,
y, si aún nos queda amor,
impidamos que esto muera.
Ven, pues en tu interior
está la solución,
de salvar lo bello que queda."
                                                                                           Mago de Öz
     
     ¿Cuántas veces hemos esperado oír esa voz? Esa voz que con un simple "Hola" puede cambiarlo todo. Tu vida, tu mundo, tu forma de actuar, de ver y sentir. Todo. Esa voz que nos parece la más bonita del mundo, la más dulce, la más suave, y la comparamos con la de los ángeles, porque nos parece que tiene que asemejarse a ella. No es una de las mil voces que escuchamos cada día a lo largo de nuestra vida. Es esa voz. LA voz, porque cuando la escuchamos parece que el mundo callase, quedase mudo, en silencio, para dar cabida a sus palabras.
   
     Queremos, y como queremos, creemos escucharla siempre. A todas horas y en todas partes. Incluso intentamos escucharla cuando cerramos los ojos, en la oscuridad de nuestra habitación, y entramos en un profundo sueño, en el que no existe nada. Sólo nosotros y esa voz. Nuestra voz. Que ilustra nuestros más hermosos sueños y nuestras más horribles pesadillas.
   
     La voz que nos da la solución para todas las cuestiones. La que saca a la luz todo lo que nos empeñamos en ocultar dentro de nosotros. Porque sólo la voz de nuestro interior puede hablar por sí misma para destapar nuestros más íntimos secretos, nuestras más íntimas debilidades. Somos simples marionetas en las manos de esa voz, que nos maneja a su parecer.
   
    Y por eso tantas y tantas veces nos empeñamos en silenciarla. Porque estamos deseosos de disponer de un poco más de libertad. Pero, ¿qué haríamos sin esa voz que, a nuestro pesar (y muchas veces por fortuna), forma parte de nosotros? Esa voz que nos frena en los momentos en los que nos cegamos mientras corremos hacia un grueso muro de hormigón. La misma voz que nos impulsa a dar un paso al frente cuando sólo existe campo ante nuestras narices y somos libres de correr a nuestras anchas, y sin embargo no nos atrevemos por nuestro miedo a lo desconocido. Y la misma voz que aporta luz a nuestro mundo en los momentos de más profunda oscuridad, cuando más perdidos estamos. En esos momentos es nuestra voz interior la que guía nuestros pasos.
   
     Mas, cuántos problemas nos ahorraríamos y cuántos errores no cometeríamos si destapásemos la boca a esa voz más a menudo y nos parásemos a escuchar sus sabias palabras en el silencio cada día...

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