31 diciembre, 2013

La ilusión más bonita del mundo

"Las palabras son lágrimas que fueron escritas. Las lágrimas son palabras que necesitan brotar. Sin ellas, ninguna alegría tiene brillo, ninguna tristeza tiene final."
                                                                                Aleph

     ¿Recuerdas aquella noche?
     Yo lloraba, desconsolada, bajo la negrura de la noche y el firme destello de la luna sobre el agua de la fuente. Estaba sola. Triste y tremendamente sola. Sólo mis monstruos se atrevían a acercarse a mí, y me acariciaban el pelo de una forma tan suave... Caí rendida a sus pies, con los ojos llorosos. Sabía que querían hacerme daño, pero su caricia era tan dulce y yo estaba tan sola...
     Y entonces apareciste tú. De la nada apareció una estrella. Una firme, brillante y hermosa estrella, que iluminó mi cielo y llenó de temor a mis terribles acompañantes. Pude notar cómo se encogían, aturdidos, debajo de sus máscaras. Y como un ángel, montado en la estrella, ibas tú. Venías a salvarme de mi Tristeza y mi Soledad. Querías salvarme. Lo vi en tus ojos.
     Me sonreíste, y me tendiste la mano para ayudarme a subir a tu estrella. Era cálida y suave, completamente distinta a las caricias de mis monstruos. Y accedí a viajar contigo. Necesitaba un amigo, y tú fuiste lo más parecido a eso que encontré aquella calurosa noche de verano.
     Durante un tiempo lo dejé todo por ti. Fuiste mi compañero, mi amigo, ¿mi amante? Sí, ¿por qué no? Mis alegrías y mis tristezas; mis lágrimas y mis sonrisas; mis caricias, mis abrazos, mis suspiros... Lo fuiste todo para mí. Mi vida, mi muerte, mis sueños... TODO

     Hasta que desapareciste.

     Sin avisar, volviste a cabalgar sobre tu estrella, y te perdiste en el cielo de Orión. Pero esta vez se te olvidó invitarme a viajar contigo, y me dejaste allí, viendo cómo te alejabas dejando un doloroso destello. No en el cielo, sino en mi corazón.
     De nuevo triste. De nuevo sola, con mis monstruos asomando la cabeza tras los árboles, y yo buscando entre las nubes lo que se me había perdido, mientras las lágrimas volvían a aflorar a las puertas de mis ojos.
     Pero ahora entiendo que aquellas tímidas lágrimas no eran un final, sino que era EL final. El final de Tristeza. Aquellas cálidas y frágiles lágrimas me estaban purificando, me estaban enseñando que volvía a ser libre, que no necesitaba a nadie para ser feliz. Que ya tenía todo lo que necesitaba para ser feliz.

     Y un instante después desperté. La luna seguía brillando en el cielo, pero en la Tierra ya no había rastro de mis monstruos. Habían desaparecido. Y me sorprendí, por primera vez en mucho tiempo, sonriendo. Estaba plácidamente sola. Y sonreí al comprender que habías sido sólo una ilusión, pero la ilusión más bonita del mundo... 

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