30 mayo, 2018

Brújulas

Ahora que por fin las tormentas parecían haberse quedado sin electricidad que descargar sobre mi pecho. Que las negras nubes que cubrían el cielo se alejaban a cubrir otros cuadrantes.

Ahora que los rayos del sol volvían a atravesar las rendijas de mis persianas, colándose en mis sueños y acompañándome a la ducha. Que el tacto de la espuma recorriéndome la espalda no me recordaba la corriente que me arrastraba, con furia, río abajo, golpeándome sin piedad contra las rocas.

Ahora que los pájaros comenzaban a abandonar sus nidos y a volar en libertad entre los árboles. Que también las flores rompían sus cascarones para abrirse paso entre la oscuridad de una atmósfera de por vida contaminada.

Ahora te veo alejarte, con mi mirada fija en tu espalda, mientras giras la cabeza para comprobar que sigo aquí plantada, en la esquina donde nos conocimos. Y el brillo en tu mirada va desapareciendo a cada paso que das, aumentando la distancia que nos separa. Y sobre tus ojos vuela por un momento un atisbo de duda.

Como si yo tuviera la respuesta a tus preguntas...
Como si yo pudiera de un soplo ordenar el caos de tu cabeza...
Como si yo pudiera abandonar mi esquina y correr a buscar tu boca, y derretir la escarcha de tus brazos con el roce de mi pelo...
Como si yo pudiera matar tu futuro por mantenerte en mi presente...

No tengas miedo de alejarte, de seguir caminando con paso firme en la dirección que hoy marca tu brújula.

A tu corazón he dejado atada, sin que te dieras cuenta, la cuerda que llevo anudada a la muñeca.

Esperando el día que mi brújula se alinee con la tuya para poder ir a buscarte.

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