28 mayo, 2018

Mariposas



Anoche soñé contigo.
O no.
No me acuerdo...
Eras tú, pero con otro cuerpo y otra forma.
Y no era un sueño como los anteriores. No. Era distinto. Casi una pesadilla...
   
     Era de noche. Había estrellas en el cielo, y hacía frío. El cielo estaba precioso, por cierto. Había árboles también, y una fuente con agua congelada que no mostraba mi reflejo. Y silencio, mucho silencio. 
     Y de repente apareció una sombra. Así, por sorpresa y entre los árboles. Una sombra normal, como el resto de sombras que nos rodean. No consideré que fuese especial. Ni siquiera me produjo escalofríos...          
     Hasta que se dio la vuelta. No me había percatado de que estaba de espaldas, pero cuando se dio la vuelta algo en ella llamó mi atención. Sus ojos. No eran unos ojos cualquiera. No. Éstos sí que eran especiales. Esos ojos grises que me miraban a cada paso que daba. Esos ojos que no se cansaban de mirarme fijamente cada vez que yo aparecía al alcance de su mirada. De TU mirada. Porque te disfrazaste de sombra y te ocultaste entre la noche, pero yo te reconocí. Por tus ojos grises. Esos ojos que tanto me gustaba mirar fijamente (y que me mirasen). Me miraste, como lo habías hecho tantas veces antes. Pero mi reacción fue diferente. 
     Sorprendida, me di cuenta de que esos ojos grises, esa mirada, ya no significaban nada para mí. Y al girar la cabeza hacia la fuente la vi llena de mariposas. Mariposas muertas. Y comprendí que eran mías. Las mariposas de mi estómago, ésas que se despertaban cada vez que mi mirada se cruzaba con la tuya, ésas, habían muerto. Ya no volverían a revolotear cada vez que pasases por mi lado, ni cada vez que tu aliento rozase mi pelo. Ya no, porque habían muerto. Y entonces sentí miedo, y sentí que la vida me había abandonado, como a mis mariposas.

Después desperté.

Un rayo de sol entraba por mi ventana. Estaba amaneciendo, y en mi habitación no había rastro de mariposas ni de sombras de ojos grises. Pero por fin comprendí que te habías ido de verdad, que habías matado a mis mariposas, y que yo no tenía culpa de eso. Ya solo eres eso en lo que te convertiste en mi sueño, una sombra de ojos grises. Una sombra de mi pasado que dio luz a mi vida de la misma forma que se la quitó.

Pero el sol sigue brillando. Tú no eras mi única fuente de energía. Y ya llegará el día en que alguien se atreva a recoger mis mariposas y a construirles nuevas alas. 





1 comentario:

  1. Más identificada no me puedo sentir, en serio. Casi siempre es nuestro subconsciente el que nos hace darnos cuenta de las cosas, de porque el pasado es pasado, de porque al despertarte te sentirás mejor.
    Es reconfortante saber que hay más gente que se percata de las mariposas muertas y de las sombras del pasado y, encima, sabe narrarlo tan bien. No me podría haber gustado más tu texto, lo digo en serio.

    Acabo de encontrar tu blog gracias al RT de Neorromantica y debo decir que no ha sido en vano.
    Espero verte pronto por mi blog,
    besos con sonrisas iluminadas

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