14 enero, 2014

Para Princesas con Monstruos

     Enormes palacios, lujosos vestidos, largas y sedosas melenas rubias, hermosos ojos azules, bailes a media noche, calabazas que se convierten en carrozas, príncipes azules cabalgando sobre blancos corceles...
     Todo esto, entre mil lujos y fantasías más, son las cosas "cotidianas" que, desde pequeñas, vemos que poseen las princesas. Todas soñamos, desde nuestra inocencia, con llegar a ser princesas algún día, y fantaseamos al imaginar el hermoso rostro del valeroso príncipe que se atreverá a derrotar a todos los dragones del mundo para llevarnos a su castillo de ensueño y casarse con nosotras.
     Sin embargo, existe otro tipo de Princesas. Tal vez no las hayas oído gritar desde lo alto de una torre encantada pidiendo auxilio, ni lucir una reluciente corona mientras paseaban en un gran carruaje.
     No. Estas princesas son diferentes. Son princesas sin cuento, sin grandes lujos ni ostentaciones, sin hadas madrinas que solucionen todos sus problemas. Son princesas de la vida real, de las que pasan desapercibidas a los ojos del mundo, con un ejército de dragones bajo la cama y sin príncipes que las protejan. Y es que tampoco los necesitan. Han aprendido a defenderse por sí mismas. La vida les ha enseñado cómo hacerlo, y si no me crees, búscalas. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero seguro que tienes una princesa más cerca de lo que piensas.
     No la busques con el resto, hace mucho que huyó de las mentiras y los bailes de máscaras, y que empezó a compartir su día a día con la soledad de su incomprensión. Búscala allí donde nadie va, en la oscuridad de un pasillo solitario, al fondo de una biblioteca, detrás de un libro, admirando cualquier tipo de obra de arte, o perdida en algún parque intentando arrancar a las nubes todos los suspiros que le han robado, de espaldas al mundo.
     Búscala, la encontrarás, y posiblemente la encuentres en plena batalla. Si tienes suerte, tal vez la encuentres en una de esas habituales peleas en las que intenta dominar a sus monstruos, con la única ayuda de su valentía incurable y de su arco, disparando flechas emponzoñadas con irregulares versos, palabras mudas y sordos sentimientos.
     Y si cuando la encuentres eres capaz de ver más allá de la infinidad de su mirada vacía y de la sonrisa triste que adorna su cara, y si consigues distinguir entre el rosado de sus mejillas el rastro que las lágrimas de tinta han dejado con el paso del tiempo... Entonces...

¡ENHORABUENA!

Has encontrado a tu Princesa...


Esta entrada está dedicada a todas aquellas Princesas sin corona, ajenas al mundo que a veces les da la espalda, y sin sapos a los que besar para que se conviertan en príncipes. A todas aquellas Princesas de ojos tristes y sonrisas rasgadas, que ni siquiera ellas saben lo que son. A todas las que día a día luchan por dominar a sus monstruos antes de verse dominadas, y a las que, soñando despiertas, susurran a las nubes y encuentran en la Luna su más fiel confidente. 
No sufráis, Princesas. Sonreíd. Porque, al fin y al cabo, ¿quién necesita un príncipe teniendo un bosque lleno de aventuras por delante, y un arco para sobrevivir en la mano?

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